¿Por qué confiaron los gobiernos europeos a los médicos la lucha contra la peste bovina en los siglos XVIII y XIX?

El caballo se utilizaba como transporte, trabajo agrícola y se hizo crucial para la guerra. Desde los primeros tiempos, los hipiatras grecolatinos, posteriormente los albéitares, se ciñeron a tratar casi exclusivamente las enfermedades de los équidos, olvidándose prácticamente del resto de animales domésticos. 1
La peste bovina llegó a compararse, por sus estragos en el ganado vacuno, a su equivalente humano: la peste bubónica. 2 En Europa esta enfermedad produjo graves consecuencias económicas durante los siglos XVIII y XIX. Murieron millones de cabezas de ganado vacuno que desembocó en una enorme hambruna matando a millones de personas en Europa, África y Asia. A pesar de ello, en los planes de estudios de las recién nacidas Escuelas de Veterinarias no se llegó a estudiar dicha peste hasta casi un siglo más tarde y los veterinarios siguieron dedicándose a los équidos. En general, los gobiernos europeos confiaron en los médicos para luchar contra esta epizootia. ¿Dio la espalda la veterinaria a esta devastadora epizootia?

ÍNDICE

Introducción
Historia
Espontáneo/contagioso
Escuela de veterinaria en Francia
El tifus contagioso en España
Discusión final
Bibliografía

INTRODUCCIÓN

La peste bovina se conoció hasta el siglo XIX como tifus contagioso, 3 aunque recibió muchos otros nombres como la peste de los bueyes, tifus nervioso, epizootia bos-húngara, viruela de los bueyes, peste muermosa o enfermedad húmeda, calentura pestilencia, maligna o biliosa pútrida entre otras.4,5 El nombre de tifus proviene del griego que quiere decir estupor y se aplicó de forma genérica a graves enfermedades y particularmente a la peste bovina, al ser el abatimiento extremo uno de sus síntomas principales.4
La epizootia tenía un periodo de incubación de 21 días y se manifestaba enseguida con violencia. Los síntomas más comunes eran fiebre alta, agotamiento extremo, úlceras orales, distensión de la panza, diarrea, abscesos en NL y síntomas nerviosos. Los síntomas se describían en tres periodos progresivamente más graves hasta alcanzar la muerte a los cinco o seis días en los casos más violentos.4,5 Los supervivientes tenían una larga convalecencia. La enfermedad se expandía rápidamente por la cabaña ganadera matando en un par de años a la mayoría de los animales, momento en el que los animales empezaban a tener inmunidad. La enfermedad aparecía de nuevo cuando se levantaban las barreras oficiales y entraba ganado foráneo.6

HISTORIA

Las plagas en la antigüedad están mal documentadas. Se cree que el origen pudo ser en las estepas de Eurasia central. 7,8 Varios brotes debieron darse en los siglos V y VI con las invasiones de Atila y los hunos. 9 La plaga azotó a Europa al menos desde el s. XVI.65 El primer relato de la peste bovina, se describe durante el reinado de Carlo Magno por el ataque de Gengis Kan. 4,6 La dificultad de rastrear las enfermedades en el pasado, radica en verificar que en realidad se trate del mismo fenómeno, por los distintos nombres que adquiere y porque los testimonios que aportaban los cronistas y poetas del tiempo se basaban en algunos síntomas y datos ambiguos. Por ejemplo, el poeta cristiano Cecilio Severo en el año 376 describe, en lo que hoy es Hungría, un foco principal de contagio que afectaba a los rumiantes que se extendió a Germanía y a la Galia que por los datos que describe debió de tratarse del tifus contagioso.4

En el siglo XVIII, la peste bovina atacó al ganado vacuno de media Europa y posteriormente al de África y Asia.  Durante este siglo Europa sufría la enfermedad cada 25-30 años, siempre con un origen común, el de bueyes aparentemente sanos procedentes de Hungría. Cabe destacar tres oleadas de brotes masivos en 1713, 1744 y 1768 (aunque otras fuentes describen picos importantes en otras fechas como 1770-1771, 1774, 1793-1796 4).

La primera oleada tuvo su origen en Hungría en 1711 y se propagó a Italia y Alemania, y posteriormente a Suiza, Francia y Holanda. Finalmente, de Holanda saltó a Inglaterra a través del comercio.4 Veinte años más tarde por la provisión de carne del ejército francés, la enfermedad se volvió a propagar por Europa.

En el siglo XVIII, la “plaga del ganado con cuernos” mató al 70-90 % de los bovinos, lo que supuso que murieran en Europa más de 200 millones de cabezas de ganado, convirtiéndose en una enfermedad muy temida al afectar al abastecimiento de comida, la fuerza animal para trabajar las tierras y el transporte de mercancías.2,6,9 Todo ello desembocó en una enorme hambruna que mató a miles de personas en el sur de Europa. Hay que tener en cuenta que en ocasiones se confundía una epidemia con otra, por tanto, el número de reses muertas adjudicada a la peste bovina puede no ser exacta. El tifus contagioso se podía confundir con la fiebre adinámica y atáxica o maligna y con el tifus carbuncoso4 (por ejemplo, el médico Vicq d´Azyr (1776) solía confundir el ántrax con el tifus contagioso 10).

ESPONTÁNEO/CONTAGIOSO

A mediados del siglo XVIII unos afirmaban que el proceso se desarrollaba de forma espontánea dado que los bueyes salían de Hungría sanos. Por lo que se decía que la enfermedad podía surgir repentinamente por falta de alimento o bebida, por culpa del agua, fatigas, exposición a sustancias putrefactas, por diversos fenómenos atmosféricos que afectaran a la transpiración cutánea, mala ventilación, efluvios pantanosos y heridas gangrenosas, afectando principalmente a los bueyes procedentes de Hungría, Alemania y Croacia que estarían predispuestos a esta enfermedad.4
En 1711, el médico Johann Kanold observó en Prusia que la enfermedad era transmisible y que el ganado que había vencido la enfermedad adquiría cierta resistencia.11 Se consideraba que la forma de transmisión más constante era a través del contagio por contacto inmediato de animal enfermo con uno sano (de forma directa o indirecta). En este sentido influyó en gran medida el movimiento de ganado para alimentar a las tropas en sus guerras de una nación a otra o para abastecer de carne a la población en las crecientes ciudades europeas durante los siglos XVII, XVIII y XIX, que hizo preciso introducir ganado vacuno procedente principalmente de Rusia.4,12
Un hecho resultaba evidente, que las epizootias a menudo comenzaban con las invasiones militares desde las estepas asiáticas hacia el oeste.<sup>9</sup> La guerra de los siete años (1756-1763) fue decisiva para la propagación de la enfermedad, así la enfermedad salió de Asia en 1758, cruzó Rusia en 1760-1761, extendiéndose por Prusia, Polonia y Austria.4 En 1762 entró en Dinamarca y de aquí pasó a Alemania para llegar a Francia en 1770.<sup>8</sup> Tras unos años de tregua, en 1774 resurgió en el suroeste de Francia (que fue cuando Francia tomó medidas drásticas). Las guerras del imperio francés expandieron la enfermedad por Europa occidental del 1792 a 1817.4,8
Por otra parte, el ganado vacuno y otros animales de granja empezaron a incrementar su número a partir del siglo XVII y principios del XIX, lo que ayudó a incrementar la propagación de enfermedades a través del comercio internacional.6
Al desconocerse la naturaleza del mal, por entonces la teoría de los fenómenos íntimos del contagio era en gran parte un misterio impenetrable, los distintos autores se limitaban a describir los síntomas. Así, se decía que se trataba de una inflamación donde se veían afectadas las membranas produciendo una inflamación intestino-gástrica, que podía obrar posteriormente sobre otros órganos como los bronquios y el sistema nervioso, como consecuencia de un envenenamiento de la sangre que se descomponía con prontitud. Como la teoría del envenenamiento no explicaba todos los casos, también se admitía la posibilidad de que la sangre tuviera algunos principios extraños que la infectara. 4
El mal afectaba a los animales de pezuña hendida trasmitiéndose por el animal vivo o por los productos animales infectados.
6 Las ovejas, cabras y cerdos portaban el virus, pero de forma asintomática por lo que eran reservorio de la enfermedad. De ahí que la dolencia resurgiera a pesar de las medidas adoptadas.8 Hasta la llegada de la teoría bacteriana del siglo XIX, se denominaba miasma a la materia contagiosa volátil (algunos aclaraban que miasma solo era si procedía de aguas encharcadas o cenagosas, y efluvios si eran gases procedentes de animales, locales o vegetales), y cuando la materia era fija recibía el nombre de virus (que se introducían en otro cuerpo por contacto inmediato, inoculación o por un cuerpo intermedio que esté impregnado).4
Los primeros casos de tifus contagioso en la Europa del siglo XVIII se dieron en Italia. Las medidas más efectivas o programa para controlar la enfermedad fueron las propuestas por el médico personal del Papa Clemente XI, Giovanni Maria Lancisi (1654-1720). Pensaba, siguiendo la teoría miasmática de Hipócrates, que la causa de la enfermedad era una sustancia fermentada que los animales afectados liberaban pequeñas partículas que podían pasar de un animal a otro bien a través de las membranas mucosas o por los poros de la piel.4,6,9,13
En 1715 propuso unas medidas que eran de obligado cumplimiento por mandato del Papa: 6,8,9,14
Aislar y sacrificar a todo el ganado enfermo o sospechoso.
Enterrar con cal viva sin poder aprovechar nada del animal o quemar el ganado muerto, desinfectar establos y cuarentena de las áreas infectadas.
Prohibición del movimiento del ganado (y de otros animales domésticos), trashumancia y embargo del ganado importado.
Cierre del mercado del ganado.
Solo se podía consumir la carne que hubiera sido inspeccionada.

En Roma, tras el cumplimiento de estas medidas, pronto cesaron los brotes y tras nueve meses introdujeron nuevos bueyes. Después de este brote, Lancisi escribió el libro De bovilla peste donde describía todas sus medidas y actuaciones durante el brote.14,15 Sus medidas no se adoptarían inmediatamente en otros territorios, y como ha quedado referido, dicha demora supuso la muerte de millones de cabezas de ganado en toda Europa.
Durante 1714 y 1715 el estado francés envío un gran número de médicos, cirujanos y boticarios a las regiones afectadas, pero sus medidas fueron inútiles.16

En Inglaterra llegó la epizootia en 1714 y Thomas Bates, el cirujano del Rey Jorge I, implantó las mismas medidas que Lancisi con la única excepción de indemnizar a los ganaderos afectados. Se sacrificaron unas seis mil reses y se eliminó de esta manera el brote en tan solo tres meses.4,6 Holanda no aplicó las medidas de Lancisi porque quiso probar varios tratamientos como purgantes, fricciones mercuriales lo que le hizo padecer la epizootia durante tres años.
De 1744 a 1749 Inglaterra perdió medio millón de cabezas y el brote duraría trece años.17 De 1768 a 1786, Europa perdió otra vez millones de cabezas de ganado a pesar de la política de sacrificar animales para evitar el contagio.6

ESCUELA DE VETERINARIA DE FRANCIA

Francia carecía de incentivos para la mejora de la agricultura y ganadería.9 En Europa, a diferencia de España, no había ninguna profesión que se encargara de tratar a los animales enfermos, por lo que los gobiernos recurrieron a los consejos de médicos y farmacéuticos, pero no siempre con el éxito deseado, por lo que se decidió preparar profesionales especializados en la salud animal.18,19
El rey francés Luis XV ordenó la creación de una escuela de veterinaria en Lyon bajo la dirección de Claude Bourgelat, un abogado descontento con su trabajo que tras incorporarse al ejército se interesa por el mundo del caballo. Se hace maestro de equitación con una fuerte preocupación por el bienestar de los caballos de silla y expresó interés en temas de patología, cirugía y anatomía equina.18 La motivación de la creación de las escuelas veterinarias fue por un lado el deseo de disponer un mayor número de caballos sanos para el ejército tras el gran número de pérdidas sufridas en los conflictos bélicos del siglo XVIII,20 y por otro lado, para luchar con éxito frente a las graves epizootias que solo en Francia en la primera mitad de siglo ya había perdido 10 millones de cabezas de ganado.6,11,18 Esta primera escuela de veterinaria del mundo nacería como extensión de las escuelas ecuestres y daría sus primeras clases en febrero de 1762 y posteriormente en Alfort en 1776. Claude Bourgelat procedía de la equitación y solo le interesaba el caballo, de hecho, trató de paso a la mula y al asno y descuidó al resto de animales domésticos.21 Bourgelat reclutó para la docencia de las escuelas al célebre médico Vicq d´Azyr, para la cátedra de anatomía comparada, y al famoso químico de París, Foucroy.18,20

En 1762 hubo un brote de peste bovina en la región francesa de Dauphiné. El gobierno francés a los pocos meses de abrir la escuela de veterinaria, mandó a su director Claude Bourgelat a controlar la epizootia que terminó con éxito (porque en realidad la enfermedad ya estaba remitiendo).
Diez años más tarde, en otro brote, Bourgelat ya no fue capaz de contener la enfermedad.6,18 En 1774 se declaró en Francia una nueva ola de tifus con graves consecuencias. El rey encargó al célebre médico Vicq-dAzyr que se encargara de investigar el contagio de la enfermedad y el modo de combatir la plaga, para ello contaría con la ayuda de dos veterinarios: Billecocq y Lamaniére, pero sus métodos curativos tampoco tuvieron resultados. Con este brote se llegó a la conclusión que la ropa del personal que cuidaba las reses afectadas, los gases emitidos al abrir los cadáveres, así como su sangre y bilis transmitían la enfermedad.4

Tras estas olas Vicq dÁzyr, al igual que hiciera Claude Bourgelat, publicó sus experiencias sobre la enfermedad, donde indicaba que en caso de nuevas epizootías, el único método efectivo era el sacrificio de los animales enfermos y de todos aquellos que hubieran estado en contacto con estos, el posterior enterramiento de las reses, la desinfección de los establos (porque queda la semilla del mal) y la prohibición de introducir ganado en los lugares afectados.3,22
Bourgelat proponía retener las reses hasta que se confirmara el brote, separar los animales sanos de los enfermos y apartarlos de cualquier especie animal, prohibir el movimiento de ganado, sancionar al que introdujera u ocultara la plaga y permitiera a charlatanes visitar sus animales. Sacrificar a los animales sin verter su sangre y enterrándolos en hoyos con cal viva, indemnizando dichos animales. Sacar periódicamente el estiércol para quemarlo o enterrarlo. Quemar todos los utensilios que hubieran tocado los animales. Mantener aireados los establos para eliminar las partículas fétidas malignas y pestilentes. Lavar todo con agua hirviendo y colgar del techo de los establos hierbas olorosas y cabezas de ajos machacados. Que los veterinarios visitaran regularmente los animales de la zona (vestidos de lienzo para luego purificarse con vaho de vinagre y lavándose con éste, manos, cara y pelo, así como el propio establo).
Entre otras medidas para preservarse de la enfermedad aconsejaba: sobriedad en la alimentación y dar a la cabaña unos brebajes, pastar cuando hubiera sol, ejercicio moderado, restregar con yerbas aromáticas y vinagre a los animales, lavar la boca y narices de las reses con triaca y aguardiente. Como tratamiento solo para algunos animales, aconsejaba sangrías, purgantes, infusiones, cauterios y vejigatorios. Ahora bien, una vez entrada la enfermedad aconsejaba el sacrificio de las reses afectadas desde los primeros síntomas.
Bourgelat decía en sus publicaciones 22 que era muy difícil luchar contra la plaga por una serie de dificultades u obstáculos como eran la imposibilidad efectiva de incomunicar las zonas sanas de las afectadas, evitar la codicia de los aldeanos desesperados, acabar con el poco cuidado que tenían en cuidar su ganado, asentar la capacidad de los ganaderos para reconocer a sus animales cuando estaban enfermos así como aislarlos del ganado sano, sin ocultar maliciosamente las cabezas infectadas, incrementar las salidas a los pastos y abrevaderos públicos, procurar la ventilación de establos, y desterrar la diseminación involuntaria que protagonizaban los charlatanes y curanderos al ir de una aldea a otra viendo animales.

Consecuencias de las medidas

Las medidas creaban tensión entre los ganaderos y las autoridades, al obligar a matar a su ganado (sano o enfermo), llevándolos así a la ruina, incluso amenazaba la autosuficiencia rural.6 La matanza del ganado era la medida más rápida y fiable que se podía ejercer y a pesar de la tensión social y de sus duras consecuencias, algunos gobiernos no dudaban en aplicarlo lo antes posible. Como en tantas epizootias a lo largo de la historia, los ganaderos que recibían poca o ninguna subvención, protestaban e intentaban esconder el ganado para evitar el sacrificio de sus animales. Los granjeros para evitar pérdidas primero intentaban algún tratamiento bajo la seducción de los empíricos y de todos los curanderos y si ello fallaba vendían los animales enfermos o sus pieles, a cualquier precio a unos miserables tratantes,6,8,9,14 propagando así la enfermedad.22

Los veterinarios aconsejaban marcar al animal enfermo o sospechoso con una marca o letra marcada a fuego en la frente para poder reconocerlo y evitar así que los dueños, pastores o ganaderos, pudieran llevarlos a ferias o mercados o lo vendieran de forma clandestina.4 Algunos granjeros terminaron abandonando sus granjas, lo que produjo el alza del precio de la carne.6

Resto de Escuelas veterinarias europeas

La mayoría de los gobiernos de los países de Europa (así como sociedades de agricultura), mandaron estudiantes becados a las nuevas escuelas de veterinaria de Francia para posteriormente abrir escuelas en sus respectivos países. La motivación era similar, principalmente la de satisfacer las necesidades de sus ejércitos que requerían un gran número de caballos. De esta manera el modelo francés se extendió rápida y casi inmediatamente por toda Europa y luego por el resto del mundo.6 A finales del siglo XVIII se habían fundado escuelas de veterinaria en Viena, Turín, Copenhague, Padura, Sakara, Hannover y otras ciudades hasta un total de catorce escuelas en 8 países europeos.4,7

Algunos de los estudiantes comisionarios, como por ejemplo los procedentes de Dinamarca y Suecia, se decepcionaron porque no encontraron en la facultad francesa información sobre la peste bovina ya que los estudios se centraban en el caballo y su herrado. 6,7,9,18Otros alumnos comisionados, como los de Alemania y Dinamarca, tras concluir sus estudios en las escuelas francesas se fueron por Europa para poder coger experiencia con el tifus contagioso.6,9

Medias preventivas

Tras una epizootia se tardaba años para que se recuperara la cabaña ganadera.6 La incapacidad de los veterinarios para controlar las epizootias y ante la desesperación de los ganaderos hizo que tuvieran vía libre la actuación de los charlatanes, curanderos, adivinos y todo tipo de rituales y supersticiones.9 Esta enfermedad se consideró como castigo divino y las autoridades religiosas organizaron procesiones, oraciones públicas con bendiciones del ganado y de los establos. También se recurrió al exorcismo y remedios supersticiosos como enterrar becerras vivas, hacer pasar el ganado a través del fuego y cantar canciones.6 Otros creían que era por culpa de hechizos y maleficios.22 Todos estos tipos de remedios populares y oraciones se emplearon durante el siglo XVIII. En Dinamarca, quemaban hojas de tabaco en los establos para alejar la infección. En Baviera se recomendaba dar al ganado triaca o teriaca (mezcla de hierbas y sustancias medicinales) disuelta en vino. En Hungría, los curanderos daban una mezcla de sulfuro, antimonio, genciana y enebro.6

EL TIFUS CONTAGIOSO EN ESPAÑA

La Escuela veterinaria de Madrid

Al igual que otros países europeos, España también mandó estudiantes a la escuela de veterinaria de Francia para elaborar un plan de estudios nacional. El primer pensionado español fue Bernardo Rodríguez en 1776 (uno de los albéitares más cultos de la época) y posteriormente mandaría a Segismundo Malats e Hipólito Estévez, todos ellos eran mariscales.1 La primera Escuela de veterinaria de Madrid abrió sus puertas en 1793 y copió el modelo de la Escuela de Alfort basado en la atención al caballo, hasta tradujo inicialmente sus libros docentes como texto para los alumnos.1,18,21 En España se justificaba esta función exclusiva hipiátrica, porque en una economía basada en la agricultura, la atención a los équidos era el único ingreso seguro para el veterinario, ya que los animales de ganadería no mostraban ningún interés para la clínica por carecer de valor y sus enfermedades las trataban los propios propietarios, rabadanes, pastores, vaqueros, porqueros, mayorales o curanderos.1,21,24 Un caballo valía tres veces más que una vaca, cuatro veces más que un cerdo y veinte veces más que una oveja.4 Aun así, muchos veterinarios españoles del siglo XIX que atendían a los caballos, burros y mulas rurales en donde había una economía de subsistencia, se quejaban que apenas tenían lo necesario para cubrir las primeras necesidades de la vida.25 Incluso en 1896, un artículo describía la situación de la profesión veterinaria española de la siguiente manera: la pobreza, la indigencia y hasta el pauperismo más despeluznante se enseñorean en su casa con tenacidad sarcástica.26

Bernardo Rodríguez presentó en 1784 un reglamento con el fin de poder ejercer la dirección de la primera Escuela de Veterinaria en España y fue revisado por tres hombres cultos con nociones en albeitería. La propuesta de Bernardo Rodríguez fue desestimada y entre varios motivos, por centrarse solo en el estudio del caballo sin ocuparse del resto de animales domésticos. En 1788 Bernardo presentaría otro reglamento basándose en la Escuela francesa de Alfort. Finalmente se aprobaría el plan de Malats y Estévez en 1791 (y presentado al rey en enero de 1793), por tener su proyecto para la Escuela de Veterinaria una orientación militar, que también estaba basado en la escuela de Alfort.18

Al igual que en otros países europeos, entre el profesorado de la escuela de Madrid había descontento por descuidar la atención del ganado. Así, Nicolás Casas, uno de los catedráticos de la escuela, que posteriormente sería su director y una de las figuras más relevantes en la historia de la veterinaria española, se lamentaba en 1845 que la veterinaria en España, siguiendo el modelo francés, se planteó de forma errónea por haberse concebido de forma incompleta. Casas siempre tuvo como principal objeto y deber, procurar que la escuela veterinaria se elevara y pusiera a la altura de las otras ciencias.27 El enfoque hipiátrico traería dos consecuencias graves para la profesión en España. Por un lado, constituía una de las causas por las que en los pueblos se confundía a los nuevos veterinarios con los albéitares, por el hecho de hacer lo mismo que ellos, dedicarse al cuidado de los équidos y su herrado. Y, por otro lado, se daba pie a que el ganado lo siguiera curando los males los vaqueros, pastores, porqueros, mayorales, las mujeres, curanderos, etc.21 Según la opinión de Nicolás Casas, era importante atender al ganado porque sus enfermedades eran capaces de contagiarse a otros animales, incluso al hombre, causando perjuicios de suma transcendencia. Casas reclamaba que para tener el prestigio profesional que se deseaba, todos los veterinarios tenían que hacer lo máximo posible cuando fueran requeridos en tratar cualquier animal doméstico y no dejar en manos profanas a la ganadería.21
En 1847 se aprobaría en España un decreto referente a la enseñanza veterinaria en la que se implantaría el estudio de la zootecnia (producción y crianza del ganado).1 Con respecto a este cambio en los estudios, Casas escribía ese mismo año en la primera revista profesional de veterinaria en España, de la que más tarde sería su director, El Boletín de Veterinaria, periódico oficial de la Sociedad Veterinaria de Socorros Mutuos (en adelante El Boletín), que la veterinaria tenía que dejar de ser solo hipiatra y pronto se podría estudiar en toda su extensión como exigían los labradores, los ganaderos y toda la sociedad.28 En septiembre de 1847 se publicaba en El Boletín el decreto que regulaba los nuevos estudios de veterinaria que incluía además del caballo, también la mejora y enfermedades del resto de animales domésticos.29
La asignatura de Agricultura y Zootecnia propiamente dicha se incluyó como tal en el decreto de plan de estudios 1854. Nicolás Casas en el discurso inaugural 1853-1854 ya decía que la veterinaria además del estudio del caballo y sus enfermedades ya hacía lo propio con el resto de animales domésticos.30 La actuación zootécnica quedó completamente plasmada a la profesión en el decreto de 1871.1
A pesar de ello, en un artículo de la revista Guía del veterinario práctico de 1889 31 se quejaba el autor que en las escuelas veterinarias no se podía adquirir una instrucción clínica del ganado vacuno (ese horroroso vacío) y los alumnos apenas veían algún caso, de tal forma que el veterinario interesado en esta especie tenía que entregarse varios años de tanteo antes de adquirir el tacto y la seguridad indispensable para sentar un tratamiento racional y echaba en falta un tratado de patología bovina. Para intentar rellenar este vacío académico nació la revista Guía del veterinario práctico en 1889.32

Publicaciones españolas sobre el tifus contagioso

Mientras la enfermedad asolaba Europa, España se libraba porque los pirineos ejercían de muralla e impedían el paso de la enfermedad.4,23,33 Para Nicolás Casas esta epizootia había sido poco o nada conocida en España.4 Aunque existían algunas publicaciones escritas en España donde se describía la afección 34 y algunos autores dicen que los veterinarios españoles del siglo XIX solo conocieron la enfermedad por los libros y revistas extranjeras.33

Libros de Nicolás Casas

Nicolás Casas, el precursor más destacado de la Veterinaria científica,35 dentro de su gran producción bibliográfica publicó en 1846 un tratado sobre epizootias que abordaba al tifus contagioso.4 Explicaba que el tratamiento curativo era ineficaz o inútil debido al curso agresivo y mortal de la enfermedad que pronto afectaba a provincias enteras, de ahí que los países europeos afectados no trataban a los animales porque el único sistema para libertar a la ganadería era sacrificar a las reses afectadas y que el ganadero recibiera una bonificación según una tasación.
A pesar de esto, explicaba aquellos tratamientos que gozaban de mayor crédito porque siempre se salvaba un porcentaje mínimo de reses (aunque en realidad era porque no estaban enfermas o se trataba de otro proceso morboso).
Se creía que los tratamientos antiflogísticos habían logrado resultados más ventajosos, pero siempre y cuando la inflamación (flegmasia) no fuera muy intensa. Se achacaba parte del fracaso a proceder con negligencia en los primeros momentos, solicitar tarde la ayuda veterinaria (muchos ganaderos y labradores tenían más confianza en los curanderos y charlatanes), o debido al gran número de animales que se debía tratar al mismo tiempo y a la virulencia del proceso. La enfermedad se dividía en tres periodos y la elección de los distintos productos se hacía en base de la evolución del proceso para establecer el equilibrio de la inflamación, congestión e irritación y si estos eran utilizados en el tiempo o fase de la enfermedad que no correspondían, podían resultar funestos.
Dentro de los posibles tratamientos, los purgantes no daban buenos resultados por lo que muchos médicos se oponían a su uso. Para algunos, los tónicos eran los más ventajosos, aunque para otros eran los emolientes los que habían salvado más víctimas. Dentro de los excitantes, el acetato de amoniaco (o espíritu de Mindedero, para la escuela veterinaria de Alfort era considerado como la base del mejor tratamiento porque tuvo cierta eficacia, pero porque se probó en animales que enfermaban por segunda vez donde los brotes eran menos mortales, aunque Casas advertía que no había que utilizarlo en el primer momento). Para unos, los sedales y trociscos eran maravillosos, mientras que para otros estos mismos tratamientos solo conseguían atormentar a los animales. Los sedales proporcionan calor y tumefacción en la parte del cuerpo que se colocaban (papada, cuello o nalgas). Los trociscos eran más potentes ya que penetraban en el tejido y formaban una escara con supuración.

En un principio se justificaba el uso de la sangría (aunque no por todos compartida), siempre y cuando se ajustara a las fuerzas del animal, y solo al comienzo de la enfermedad como antiinflamatorio general para intentar evitar la irritación y congestión cerebral. Posteriormente, una vez instalada la irritación en la membrana mucosa gastroduodenal, había que evitar los excitantes, tónicos o irritantes, debiendo aplicar solo dieta, agua en blanco, cocimientos, brebajes y lavativas.
Tras el primer periodo de la enfermedad había que reparar fuerzas con alimentos ligeros: gachuelas claras, caldo de tripas. Posteriormente había que limpiar las reses y ponerles una manta.
En el segundo periodo se daban fortificantes, lavativas demulcentes y acetato de amoniaco a dosis crecientes hasta que hubiera mejoría, junto a diversos cocimientos (de malvas, malvavisco, linaza, zaragatona, etc.). Si empeoraban se volvía a los antiflogísticos de la primera fase, renovando los sedales y friegas de aguarrás. Si la debilidad persistía se intentaba a la desesperada con estimulantes externos más enérgicos, como sinapismos (cataplasma a base de semillas de mostaza negra) o vejigatorios (pomada viscosa hecha de sustancia irritante para que produjera ampollas o vesicación).
En el tercer periodo se daban los mismos que en el segundo, pero modificándolos según la evolución excepto el acetato de amoniaco. Se daban bebidas amargas (por ejemplo, cerveza con quina) y dieta de fácil digestión. Si después del quinto día el animal empeoraba se debía dar por perdido.

En la tercera edición de otro libro de Nicolás Casas, Tratado de las enfermedades del ganado, del perro y de las aves de 1871,5 resumía los mismos tratamientos que había dado en 1846 4 pero con algunas especificaciones como puntualizaciones sobre la sangría, forma de poner los sedales, dar los brebajes y composición y dosis de los antisépticos para dar junto a los laxantes. Así como la mención de alguna medida nueva como preparar agua en blanco con vinagre o sal para beber directamente o esparcida por los pastos para apaciguar la horrorosa sed, baños de vapor antes de dar las friegas y enmantar a los animales. También mencionaba algunas medidas fortificantes para la larga convalecencia de los animales y desinfectar los establos, con agua hirviendo, lejía y fumigaciones cloruradas (tras sacar el estiércol a bastante distancia a brazo o con un caballo).
Continuaba explicando las medidas preventivas a adoptar a gran escala para impedir que la epizootia afectara a otras provincias. La legislación española de 1846 exigía solo a informar al alcalde, y que se limitaran pastos aislados para los animales afectados o sospechosos y castigar a quién no cumpliera. Casas opinaba que se debía de ampliar estas insuficientes normas y que además de nombrar por parte del Ministro de Comercio, Instrucción y Obras públicas una comisión central nacional (y otras a nivel provincial y de partido), formadas por veterinarios, médicos, agrónomos y personal de la administración, se tenían que hacer una serie de acciones a nivel local y ejercidas de forma conjunta por parte de los propietarios (declarar el brote, enterrar y desinfectar), autoridades municipales y jefes políticos (aislar y ordenar los sacrificios) y veterinarios.

Revistas veterinarias españolas

En la revista El Boletín solo se trató el tema en un artículo en el año 1846, en el que se anunciaba que un ganadero húngaro había encontrado el medio de preservar al ganado vacuno del tifus contagioso y dicho tratamiento consistía en inocular debajo de la piel la saliva de un animal enfermo a otro.36 A mediados del siglo XVIII, ya se había observado que los animales que habían sobrevivido del mal eran más resistentes a nuevas infecciones. Se conocía que la gente en China y Turquía se protegían de la viruela infectándose ellos mismos con material de las pústulas procedentes de pacientes con infecciones leves. A esta operación se le llamó variolización. En varios países europeos se hicieron muchos experimentos practicando este principio y así se inoculó sangre, saliva o secreciones de animales sobrevivientes a los demás, pero esta medida no fue capaz de parar los brotes del tifus contagioso.6
En la revista El Monitor en el periodo de 1863 a 1866 salieron una serie de artículos sobre el tifus contagioso.17,37-46
En 1863 parecía comprobado que la peste del ganado vacuno no envenenaba la carne y podía comérsela el hombre, pero al consumir la leche de vacas enfermas o la manteca, tanto los hombres como los perros enfermaban.37 En 1814 ya se había resuelto la duda sobre el consumo de las carnes procedentes de animales enfermos del tifus y se vio que no era perjudicial para el hombre, pero su uso propagaba la enfermedad.23
En 1865 la enfermedad afectaba a Italia y por si acaso entraba en España en El Monitor se publicaba una serie de artículos sobre el tifus contagioso. El primero de ellos39 era un extracto de varios trabajos de los veterinarios extranjeros: Leimacher, Ravistsch y Jessen (que habían estudiado la enfermedad en Rusia46). En este artículo se explicaba los síntomas (con especial atención a las vesículas, que aparecían en la mucosa bucal y erupciones cutáneas), la anatomía patológica (estudio de Branell de 1862), los métodos preventivos y su difícil diagnóstico. Se comentaba que los síntomas se podían parecer a otras enfermedades por lo que para llegar al diagnóstico resultaba de suma importancia realizar la autopsia (sic) de los animales muertos y el posterior estudio microscópico de las lesiones.
En agosto de 1865, en Inglaterra tras importar reses vacunas para el consumo de carne procedentes de Prusia, Hungría, España y Francia entre otras, murieron 2500 animales en un mes. Esta mortandad se achacó al tifus contagioso. Los ingleses pidieron al catedrático de veterinaria de la escuela de Veterinaria de Alfort, H. Bouley, que fuera a Inglaterra a estudiar la enfermedad.11,42-44 Bouley determinó que el brote era importado, porque en Europa a diferencia de las estepas, no se reproducía espontáneamente y que la enfermedad era muy contagiosa pudiéndose transmitir hasta por la ropa de los operarios con un periodo de incubación entre 5 y 14 días.17 Entre los múltiples síntomas de la enfermedad que describió Bouley, los primeros para poder reconocer la enfermedad era el rápido enflaquecimiento del ganado, con muerte entre el tercero y décimo segundo día, y el color caoba de la mucosa vaginal con manchas más oscuras.
El gobierno belga ante este brote inglés prohibió la entrada de toda res vacuna, pieles, carnes frescas (sin salar), sebo en rama y productos recientes de reses vacunas a su territorio, y ordenó a sus veterinarios que si detectaban casos se debían de sacrificar los animales e indemnizar a los propietarios, y antes de destinar una res al abasto público la debía inspeccionar un veterinario. Además, se prohibieron las ferias y mercados de ganados (salvo aquellos que fueran destinados a consumo).44 Estas medidas resultaron efectivas en Bélgica y Francia, pero a Holanda el brote le costó la muerte de diez mil reses. La revista El Monitor describía varios tratamientos que un veterinario había probado en el Oriente con buenos resultados, uno era a base de acetato de amoniaco y otro a base de genciana, quina amarilla y menta piperita. 45
El gobierno español no tomó ninguna medida ante este brote inglés de 186543 (sin embargo, en un artículo de El Monitor de 1866 se decía que afortunadamente en España no se había dado tan temible enfermedad gracias a las prontas y enérgicas medidas adoptadas por el Gobierno y observadas con el mayor rigor.46
En 1866 la revista El Monitor temía que la enfermedad pudiera entrar en España como consecuencia de la importación de animales que pasaban por Inglaterra para el jardín zoológico de Madrid. Para que los veterinarios estuvieran al corriente de cuanto se publicaba referente al tifus, traducían un trabajo del catedrático de la Escuela de veterinaria F.C. Hekmeyer.46
En los artículos posteriores de la serie de El Monitor 40,41 se describían las investigaciones propias de Ravistsch, realizadas sobre 44 cadáveres por presentar resultados diferentes, donde afirmaba que las lesiones bucales, que se consideraban casi patognomónicas, en ocasiones podían faltar en el tifus contagioso y por otra parte se presentaba muchas veces en la fiebre aftosa. A Ravistsch y a Jessen se les encargó que determinaran la eficacia de la inoculación como medio preventivo del tifus contagioso y observaron que producía los mismos síntomas que la enfermedad natural, pero en distinto grado, generalmente más leves. En estos artículos se aseguraba que cuando se producían síntomas marcados tras la inoculación, se podía decir que prevenía la enfermedad, quedando la duda sobre la eficacia preventiva cuando se generaban síntomas leves.
El último artículo de la serie 42 abarcaba las conclusiones de la enfermedad, afirmando que la dolencia era resultante de un desorden activo en la nutrición del tegido linfoide de la mucosa intestinal con carácter destructor. Además, decía que no había pruebas contra el desarrollo espontáneo del tifus de Rusia, los animales curados no contagiaban la enfermedad al menos durante tres años, el tifus inoculado en su naturaleza era igual al natural. Comentaba que en 1853 el Emperador Nicolás I mandó poner la inoculación como medio preservativo de la enfermedad, pero, continuaba el artículo, la inoculación no responde completamente a las esperanzas que se esperaban, ya que muchos animales inoculados se libraban del contagio se perdía entre un 5 y 78% de los animales inoculados frente al 87 % de los animales que morían con el tifus natural. Por lo que se aconsejaba que los animales importados deberían estar inoculados para evitar la propagación.

El tifus contagioso se trató en varios congresos internacionales de veterinaria y se reflejó en varios artículos de El Monitor. En el congreso de Hamburgo de 1863,38 entre otros temas se acordó que la incubación del tifus o peste del ganado vacuno no pasaba de nueves días por lo que se podía bajar la cuarentena, que en dicha fecha era de veintiún días, y se declaró entre otras enfermedades, la peste del ganado vacuno como contagiosa. Como medidas aplicables a la peste bovina, se dijo que convenía hacer vigilancia de policía sanitaria veterinaria en el trasporte del ganado por ferrocarril y que los veterinarios deberían redactar en caso de epizootia cuando empezaba y terminaba la enfermedad. Además, los Estados debían hacer listados de las enfermedades contagiosas o reinantes en su país.

En el congreso de Viena celebrado en 1865,47 al que la Veterinaria española no mandó a ningún representante, se acordó: que el tiempo de cuarentena para las reses procedentes de Rusia o países de los Principados danubianos que iban hacia el Oeste de Europa, se podía reducir de 21 días a 10 días, aplicando este periodo de tiempo a todas las reses de ganado independientemente de su estado sanitario, pero para aplicar dicha reducción, además se debían establecer lazaretos (para las necesidades de la policía sanitaria veterinaria con veterinarios instruidos y debidamente remunerados), que hubiera siempre provisión de comida procedente de sitios no sospechosos y agua abundante para beber y lavar al ganado. Por otra parte, se decía que convendría hacer un recuento regulado de los ganados en las fronteras y vigilar su estado sanitario. Se aconsejaba establecer fondos para indemnizar el sacrificio del ganado enfermo o sospechoso.
Otras medidas que se adoptaron fueron encaminadas hacia el tratamiento de las partes de los animales (sebo derretido en vasijas, partes secas, lana y cerdas) que podían comercializarse sin desinfección a diferencia de los cuernos enteros y pezuñas que debían tratarse con solución concentrada de cloruro de cal o de sal de cocina. Las partes frescas del animal, sebo bruto y carne cruda, no se debían comercializar si venían de un país con peste. La desinfección de los vagones y buques de transporte se tenía que realizar mediante lavado con agua hirviendo o vapor para aplicar a continuación lejía y después dejar secar y airearse bien), además de la vigilancia veterinaria de los mismos.
En 1867 se celebró otro congreso internacional en Zurich,48 al que tampoco fue delegación española, y se acordó: que la única medida eficaz contra el tifus contagioso era sacrificar a los animales enfermos o sospechosos e indemnizar a los propietarios (incluidas las reses lanares, cabras y demás animales sospechosos), que se insistiera a Rusia no dejara salir de su territorio animales sospechosos o enfermos, no se habían descubierto desinfectantes más eficaces. Se sugería invitar al gobierno ruso y de los demás países europeos, para formar una comisión internacional de veterinarios con la finalidad de poder investigar en las localidades afectadas y hacer las observaciones relativas a la enfermedad.

La enfermedad en España

Como se ha mencionado anteriormente, mientras la plaga arrasaba Europa se decía que la enfermedad no pasaba de los pirineos.4,23,33 Para Nicolás Casas, una de las posibles causas por la que España se libraba de esta epizootia era las condiciones atmosféricas y la naturaleza de nuestro país, por el aire puro y sano, la salubridad de las aguas y la calidad de nuestros pastos. Otro factor importante fue que en España no había tantas guerras con el movimiento de ejércitos extranjeros que conlleva la necesaria provisión de carne de vacuno.4
El historiador veterinario Cesáreo Sanz Egaña, opinaba que en España se produjeron epizootias graves, pero faltaban datos históricos.1 De hecho, solo unas pocas fuentes describen epizootias graves del ganado vacuno en el norte de España, que se tratarían del temido tifus contagioso.3,22,34,49

Así, Joaquín Villalba en su libro de epidemiología50 menciona que en julio de 1774 el Marqués de Bassecourt, comandante general de Guipúzcoa avisó a la Junta Suprema de Sanidad de una enfermedad contagiosa del ganado vacuno que había en Francia por la cual estaban muriendo un gran número de reses de ganado vacuno, y que sería prudente no importar reses de ese ganado, ni del lanar procedentes del país vecino.22 La Junta suprema de Sanidad que centralizaba las cuestiones sanitarias, prohibió la entrada de ganado francés, pero a pesar de ello la enfermedad entró y en Adoáin, provincia de Álava, produjo una gran mortandad por la que no quedó ni una sola res. A pesar de dictarse la prohibición de que se pastase en las zonas afectadas por la enfermedad y que se enterraran profundo las reses muertas. También alcanzó la enfermedad a Guipúzcoa, Navarra, Aragón, Montañas de Santander (la actual Cantabria) e incluso Granada que quedaron muy pocos animales de esta especie. Por los síntomas descritos, en opinión de Nicolás Casas se trató del tifus contagioso.3,4,22,34,50
Durante este episodio, se cita que los albéitares ayudados de los cirujanos, realizaron algunas necropsias para intentar averiguar la causa de la enfermedad.3,22 Los albéitares lucharon contra la enfermedad dando cuenta a las autoridades de todo lo concerniente a la plaga como lo referente a la sintomatología, tratamientos aplicados (que no incluyó el sacrificio de reses), evolución, número de bajas y pronóstico.3 El tratamiento aplicado al principio del mal, que produxo buen efecto en Guipuzcua, fue la untura fuerte en la nuca de las reses con algunos sahumerios, aunque solo se salvaron unos pocos animales.22

Casas menciona, que, según los franceses, hubo otro brote en España, concretamente en la Mancha, en 1810, pero éste desapareció pronto.4
En Menorca en 1756 se dio una enfermedad epizoótica en los bueyes importados de Auvernia (Francia), pero se achacó al cambio de las condiciones climáticas.23 En la provincia de Gerona se llegó a diagnosticar la peste bovina, pero en realidad se trató de fiebre aftosa.33
Nicolás Casas tras estudiar los datos de las oleadas ocurridas en Europa, recomendaba en su libro,4 adoptar ciertas medidas de policía sanitaria para prevenir o tratar un brote de tifus contagioso en España. Entre otras estaba la prohibición del comercio del ganado vacuno y sus productos, contar con certificados de sanidad, que las fuerzas militares hicieran cordones sanitarios en las fronteras, recuento de la cabaña ganadera, dar a conocer los síntomas de la enfermedad en los pueblos, cortijos y caseríos, sacrificio de animales enfermos y sospechosos sin verter sangre, entierros en zanjas, y desinfección de locales, etc.

DISCUSIÓN FINAL

El tifus contagioso o peste bovina dada su alta morbilidad y mortalidad (60-90%), condujo a lo largo de la historia a importantes intervenciones estatales por las graves consecuencias económicas que produjo en Europa desde 1712 a 1871 (y en África hasta 2011).

Tras las múltiples olas ya descritas que sufrió el viejo continente, la Europa colonial al llevar el ganado por sus colonias de África y Asia (finales de 1860 y la década de 1870), expandió la enfermedad. Los indígenas protegían a su ganado restringiendo el pastoreo abierto, no juntando el ganado con los animales enfermos y fumigando los animales quemando resinas aromáticas.6

En la India la muerte del ganado por la perdurable enfermedad (número no cuantificado, pero se cifra en millones de cabezas), produjo hambrunas que provocó el fallecimiento de millones de personas. Este hecho estimuló las investigaciones veterinarias y en este país se estableció un laboratorio bacteriológico en la ciudad de Poona en 1889 y el Departamento Veterinario Civil Hindú en 1891. Algo parecido ocurrió en la actual Indonesia, donde el número de muertes en el ganado hizo que las autoridades hicieran una doble valla que corría de norte a sur de la isla de Java y estaba vigilada por el ejército.  En Java, también se estableció una Escuela Veterinaria con laboratorio asociado en el que se hicieron grandes avances en enfermedades tropicales.6

En África, Egipto sufrió un brote de peste bovina en 1841 que no se extendió por el resto del continente porque los reinos indígenas africanos impusieron tres meses de cuarentena al ganado europeo y al que sometieron rituales de limpieza. La baja densidad del ganado, así como ciertas fronteras naturales ayudaron a controlar la enfermedad.6 En 1887 el ejercitó italiano introdujo ganado por el puerto de Massawa en Eritrea (costa del Mar rojo), para alimentar a sus soldados, lo que daría lugar a la gran pandemia de peste bovina, que en tan solo dos años causó la muerte del 95% del ganado de Etiopía y la hambruna de un tercio de la población humana de Eritrea y dos tercios de los pueblos Masai de Tanzania. Siete años más tarde mató el 80-90 % de todo el ganado de pezuña hendida del África subsahariana.6,51

Todas las medidas preventivas que se aplicaron para contener la epizootia fallaron, incluido el aislamiento y el sacrificio. En 1891 la peste bovina alcanzó el río Senegal aniquilando a la fauna salvaje. Se construyeron vallas vigiladas por soldados, pero en diez años la peste bovina había infectado el continente africano entero.6 Debido al auge que tomó la enfermedad en África del sur en 1896, el Gobierno inglés llevó a la colonia del Cabo a Robert Kock para que intentara buscar algún remedio o tratamiento. Un año más tarde, en 1897 daba a conocer una vacuna a base de bilis pura recogida de animales muertos de la peste, pero esta confería una inmunidad poco constante y dispar a los bóvidos inoculados. El gobierno de Transvaal (provincia de Sudáfrica) hizo lo propio con Jan Danysz, miembro del instituto Pasteur de París, y su tratamiento consistió en la inoculación subcutánea de sangre procedente de bóvidos inmunizados. Discípulos de Koch ensayaron con suero y sangre desfibrinada de animales inmunizados con mejores resultados dando así un gran salto en la terapia de esta enfermedad.33

Al no quedar más ganado al que infectar, la epizootia se agotó en 1905, quedando endémica en el África oriental.6

Maurice Nicolle en 1902 demostró que el agente causal de la peste bovina era un virus. En 1924 entró de nuevo en Europa por Amberes y tras causar terribles consecuencias originó la creación de la Oficina Internacional de Epizootias que posteriormente pasó a llamarse organización Mundial de la Salud Animal, que el 24 de mayo de 2011 anunciaba oficialmente la erradicación de la peste bovina.7, 14

Durante siglos la veterinaria se fijó casi exclusivamente en el caballo por su importancia militar y esta prioridad hizo que las otras especies recibieran escasa atención, que conllevó que la veterinaria no creciera en toda su extensión provocando un gran número de pérdidas como consecuencia de las epizootias del ganado.

En Europa a diferencia de lo que ocurría en España, no existía la figura del albéitar. Los que se dedicaban a la salud animal eran escuderos, herradores, propietarios del ganado y mozos de cuadra, que no contaban con la confianza de los líderes de la sociedad. Solo unos pocos de los que ejercían la profesión médica o de zoología, se interesaron por los animales de granja.

Los textos romanos que contemplaban aspectos de cría de los animales de granja eran guías de agricultura dedicadas al pater familias para que pudieran atender a sus propios animales,7,52 sin embargo, las mas de estas descripciones estan hechas por sujetos meramente agricultores ó ecónomos, y sin ninguna idea del curar los brutos.34

Se admite por casi todos los historiadores que los albéitares se limitaron exclusivamente a tratar las enfermedades de los équidos y al arte de herrar. Los albéitares Juan Álvarez Borges en 1680 y Domingo Royo en 1734, constituyen una excepción porque en sus libros incluyeron algún capítulo sobre buiatría.1 El libro de Juan Álvarez Borges en su capítulo En que fe trata de otra experiencia que tuue en la cura de vn buey de labránça, trata la cojera de un buey.53

Domingo Royo escribió el libro “Llave de Albeytería” y concretamente en el capítulo XXXIII de la segunda parte, trata algunas enfermedades de los bueyes como parásitos (lombrices y sanguijuelas), intoxicación por hierbas, calentura, falta de apetito, mal de pezuñas, nubes en los ojos, dolores, tumorcitos, timpanismo y llama poderosamente la atención que habla de la rana o ránula, que se dio en Francia en 1731, que fue como pefte, pues fe murieron infinitos Bueyes, en la que describe sus síntomas en la cavidad oral y da un tratamiento (a base de vinagre, cordiales, cocimientos y brebajes.1,54

Royo justifica el cuidado sanitario de los bueyes porque son esenciales para el cultivo de la tierra y por esta utilidad es de jufticia que fe les aya de afisftir en fus enfermedades…también ay razón, que ellos gozen de el beneficio de la Veterinaria, y fi efta fe quiere dilatar, tiene jurifdicción hafta Obejas, Cabras y todos los demás Animales, que firven al hombre de útil.54
En 1818, el albéitar y maestro herrador Francisco González Gutiérrez, que dio clases en los primeros cursos de la Escuela Veterinaria de Madrid, publicó Memoria del ganado vacuno destinado a la agricultura y comercio, donde en la segunda parte trata algunas de sus enfermedades 18,34 donde confiesa que las enfermedades del ganado vacuno, tal vez habrá dado lugar nuestra falta de atención y cuidado.
Desde el origen de las escuelas veterinarias, a finales del siglo XVIII, a imitación de la francesa, se formaron profesionales que atendieran la principal demanda existente, la asistencia de la clínica del caballo y su herraje, descuidando el estudio de las enfermedades del resto de animales domésticos echándose de menos veterinarios especialistas en epizootías.18,21 Son muchos los autores que opinan que el fuerte apego y dependencia de los primeros veterinarios hacia la asistencia clínica del caballo impidió que avanzara la medicina veterinaria en toda su amplitud 1,16 y no son pocos los que opinan que los primeros veterinarios eran prácticamente herradores con título.16,55
En todos los países, es a mediados del siglo XIX con la llegada de los establecimientos de vacas de leche a las grandes poblaciones, cuando el veterinario empezó a cuidar el ganado vacuno. Hasta entonces los propios pastores o vaqueros eran los que cuidaban a sus animales con remedios vulgares.1,21

El cirujano mayor del Hospital de San Carlos, Juan Antonio Montes escribió en 1789 un tratado sobre las enfermedades del ganado.56 En su prólogo justificaba el hecho de haber escrito esta obra porque los veterinarios daban escasa importancia a tratar las enfermedades de los animales domésticas porque el tratar la enfermedad de una o pocas reses no merece atención, respecto a su poco valor y el mucho costo y trabajo de su curación. Escribió el tratado con un lenguaje sencillo para que sirviera de guía a veterinarios, albéitares y a todos los ganaderos, pastores, mayorales y dueños de toda especie de ganado tengan el conocimiento práctico de las causas de las enfermedades, … medios, socorros y medicinas necesarias, para precaver y curar los ganados; así como el reconocimiento de las carnes que se venden en las carnicerías. Este médico decía que se le podía atribuir que escribiera en un ramo ajeno a su profesión, pero la Veterinaria no es más que una medicina y cirugía racional aplicada a los brutos, …en todos tiempos y partes, ha habido Médicos y Cirujanos que escribieron de Veterinaria.
Las recién abiertas escuelas de veterinarias, aunque se les pidió que trataran las enfermedades del ganado, estas, como queda dicho, se centraron casi exclusivamente en el caballo. Claude Bourgelat no comprendió la importancia de estudiar las enfermedades del ganado a pesar de que el tifus contagioso estaba asolando Europa.18 Por tanto, ante el avance del tifus contagioso los gobiernos mandaron a los médicos, cirujanos y boticarios a combatirlo, aunque estos en general no se implicaron en demasía en la sanidad animal ya que el que se dedicaba a curar animales era menospreciado, así que la mayoría dejaba esa labor a los pastores, ganaderos o los mismos propietarios.9,16,18 Por tanto, ante la ausencia de veterinarios locales algunos médicos con experiencia en animales jugaron un papel fundamental en la gestión de las enfermedades del ganado.6,9,56 Según la opinión de Nicolás Casas, casi solo los médicos combatieron las epizootías.4

A continuación, se citan algunos médicos importantes o relevantes que trataron o describieron enfermedades animales. El famoso Gerónimo Fracastor (1483-1553), que pasó con honores en la historia de la medicina por introducir el concepto de contagio, describió una epizootia del ganado vacuno en 1514, según él, de causa contagiosa a través efluvios o emanaciones invisibles. Lorenzo Joubert, médico nacido en Valencia sobre el año 1529, describió la viruela del ganado lanar, así como el moquillo en los perros y otra epizootia en gallinas. Tomas Wierns en 1552 se ocupó del carbunco del ganado vacuno y su transmisión. Juan Asuero Compligos, habló de una epizootia carbuncosa del ganado en la Alemania de 1539. Pona, Mascardo y Reipamonto describieron epizootias de Italia de 1630. Fromann, médico de Coburgo, realizó necropsias para describir varias olas de epizootias del ganado lanar de mediados del siglo XVII.4

Bernardo Ramazzini (1633-1714) que enseñó medicina en Padua y Venecia, estudio una epizootia que afectó a todos los animales domésticos en Italia de 1690 4 e intentó proteger al ganado aplicando el principio de variolización y mostró como los exámenes post mortem proporcionaban indicadores que guiaban en el diagnóstico.9 En el siglo XVIII varios médicos proporcionarán descripciones detalladas de varias enfermedades epizoóticas, como por ejemplo Ramazzini y Giovanni María Lancisi que ya se ha mencionado en la epizootia de los bueyes de Italia de 1711. Ramazzini recomendó el aislamiento estricto de los animales, la desinfección de los establos, el sacrificio de las reses diagnosticadas o sospechosas de tener de la enfermedad y el enterramiento profundo de los cadáveres. Lancisi pensaba que el principio contagioso residía en una levadura de naturaleza arsenical, sin embargo, médicos naturistas encabezados por Antonio Vallisnieri atribuían la causa a insectos invisibles.4
Muchos fueron los médicos que escribieron sobre el tifus contagioso como por ejemplo Federico Law en 1729 y el médico alemán Goelike en 1730. Tras el brote de tifus en Francia de 1740, las facultades de medicina de París y Montpellier publicaron una serie de prevenciones y de instrucciones. En 1774, Berg consideraba que todos los tratamientos eran inútiles y que la propia naturaleza del ganado era un 14% más eficaz que cualquier remedio.4

Tras realizar varios estudios sobre plagas animales, Vicq d´Azyr llegaría a afirmar que los principios generales se pueden aplicar tanto a hombres como animales y que no había diferencia entre medicina humana y medicina animal,16 lo que sería el enfoque actual de One Health. La actuación del joven médico Vicq d´Azyr desplazó a Bourgelat que no pudo impedir que los médicos fueran los que oficialmente se encargaron de las enfermedades animales.3 Un ministro del interior francés en el último cuarto del siglo XVIII se quejaba preguntando: ¿Qué se enseña en las escuelas veterinarias? 16 En 1815, en París, El médico Guersent publicaba su obra Ensayo sobre las epizootías.57/sup>

Como se ha repetido múltiples veces durante este trabajo, las escuelas veterinarias y sus dirigentes se ocuparon casi exclusivamente del caballo dando a las otras especies una atención minoritaria o casi anecdótica. Por ejemplo, en la Escuela Veterinaria de Madrid había vacas con viruela que se utilizaban para inocular a personas, también tenía abierta al público una asistencia clínica a perros (siendo las enfermedades más comunes las lombrices, el moquillo, la rabia y la sarna58 y en 1811 contaba con establos para otros animales domésticos.16 En cuanto al tifus contagioso ya se han citado algunas obras de la albeitería española que tratan algunas enfermedades del ganado vacuno. Claude Bourgelat asiste al ganado con el tifus contagioso y escribe unas memorias. En España el primer veterinario español, Bernardo Rodríguez, en 1786 traduce la memoria premiada por la Real Sociedad de Medicina de París, Epidemias que han asolado las Reses en Europa, en diversos tiempos, sus signos, causas, modo de combatirlas y precaverlas.18 Nicolás Casas haría lo propio en varios de sus libros y en artículos de sus revistas.
Pero todo esto no fue suficiente por lo que se puede afirmar que en un principio la veterinaria no supo reaccionar y no le dedicó el tiempo y el estudio que merecía esta enfermedad. Un vacío asistencial que tuvieron que ocupar los médicos. Ya decía el maestro herrador y albéitar Francisco González Gutiérrez en 1818 que se ignoraban los medios seguros para combatir muchas enfermedades del ganado vacuno, que quedaba mucho trabajo por hacer en ese campo y la perfección de semejante empresa depende del trabajo de muchos sujetos instruidos en la veterinaria o albeitería, … por lo que se convida á todos los profesores que ilustren con sus observaciones esta importante materia.34
La epizootia del tifus contagioso o peste bovina causó estragos en el ganado vacuno y produjo hambrunas y miseria en el ser humano durante varios siglos. Ante el abandono de la veterinaria del estudio de las enfermedades del ganado vacuno hizo que los gobiernos europeos confiaran durante varios siglos la lucha contra esta epizootia a médicos ilustres como Francastorio, Giovanni Maria Lancisi, Bernardino Ramazzini, Vicq d´Azyr, Robert Kock y Jan Danysz, ¡una enfermedad vacuna que asoló Europa!
Finalmente, aunque con más de un siglo de retraso desde el nacimiento de las escuelas veterinarias, esta epizootia jugó un papel importantísimo en el desarrollo y avance de la medicina veterinaria tanto en la inspección e higiene de los alimentos, como en la investigación experimental innovadora, desarrollo de vacunas y creación de laboratorios bacteriológicos alrededor de todo el mundo.6,8

FINIS.

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